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A 29 AÑOS DEL SISMO DE 1985, EL CONOCIMIENTO ES LA MEJOR HERRAMIENTA PARA LA PREVENCIÓN DE RIESGOS

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/325/14
México, D.F., 17 de septiembre de 2014

  • Los sismos van a seguir ocurriendo, pero en la medida en que mejoremos el control de calidad de los edificios, tengamos mejor percepción de la amenaza y del riesgo y la sociedad se apoye en la ciencia, la población podrá protegerse mejor, afirma Francisco Sánchez Sesma
  • Para entender la manera en la que las ondas sísmicas se propagan en el Valle de México es necesario conocer geológicamente la región y realizar simulaciones matemáticas para conformar un mapa de zonas sísmicas que permita relacionar el tipo de sedimento con la modalidad de construcción
El doctor Francisco Sánchez Sesma, Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1994 y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
El doctor Francisco Sánchez Sesma, Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1994 y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
Foto: Archivo AMC.
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Han pasado 29 años desde el sismo del 19 de septiembre de 1985 que tuvo como consecuencias la pérdida de miles de vidas humanas y daños en diferentes estructuras de la Ciudad de México. Con el fin de entender cómo se da la amplificación de las ondas sísmicas en el Valle de México y por qué, el doctor Francisco Sánchez Sesma, investigador del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México, trabaja en un proyecto en el que se utilizan los registros históricos de la Red Acelerográfica de la Ciudad de México (RACM).

Durante la conferencia “29 años después del sismo que dejó la mayor catástrofe en la Ciudad de México ¿qué avances existen en prevención de riesgos?”, el investigador, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, comentó que de 1985 a la fecha se tienen registrados diversos eventos sísmicos en el Valle de México, los cuales han sido detectados por las 70 estaciones –que miden la aceleración de las ondas sísmicas– que están a cargo del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico, A. C. (CIRES), mismo que en 1987 inició con el desarrollo de la RACM.

Para poder entender la manera en la que las ondas sísmicas se propagan en el Valle de México, el experto explicó que es necesario conocer geológicamente dicha región y realizar simulaciones matemáticas, para conformar un mapa de zonas sísmicas “reforzado” que permita relacionar el tipo de sedimento con el tipo de construcción.

Lo anterior es lo que llevó al investigador a plantear el proyecto “Uso de registros históricos de aceleraciones de la RACM como campos difusos generalizados para hacer tomografía del Valle de México”. Un campo difuso –llamado así porque se le puede estudiar con las ecuaciones de difusión– se refiere a diversas fuentes de ondas, las cuales se generan por la interacción de éstas con la materia, y el resultado son ondas viajando por todas partes, explicó.

Entonces, si se estudia el movimiento de las ondas en dos puntos y se hacen los cálculos matemáticos apropiados, se puede recuperar información acerca de las ondas que están en este campo difuso. Por ejemplo, tomar en cuenta la información que tienen en común dos puntos (estaciones de la RACM) como son la distancia entre cada estación y la velocidad de propagación de las ondas sísmicas registrada en cada estación, nos brinda información de la velocidad a la que viajan las ondas entre esos dos puntos.

Una vez que se tiene la velocidad a la que viajan las ondas sísmicas de muchos pares de estaciones, se traza una cuadrícula y se observan las líneas que la cruzan, y con un sistema de cómputo, basado en ecuaciones que analizan la información, se puede tener una “tomografía” del Valle de México e identificar en dónde y por qué las ondas sísmicas superficiales (causantes de los daños a las construcciones) se amplifican.

Sánchez Sesma mencionó que lo datos de las RACM se han utilizado para elaborar mapas de riesgo, “pero es la primera vez que se utilizan para explorar las propiedades de propagación de las ondas en el Valle de México y generar mapas de propagación de las ondas superficiales”.

Además destacó que si bien los estudios geológicos del suelo del Valle de México se llevan a cabo desde hace mucho tiempo, son estudios aproximados, y sería conveniente tener con mayor precisión datos de las propiedades del suelo de la región de interés. Ya que los modelos matemáticos requieren ser alimentados de buenos datos.

“Los modelos que se puedan obtener de los datos dependen de las variables que lo investigadores tomen en cuenta y del tipo de movimiento sísmico, y dado que no sabemos de qué tipo será el siguiente sismo, tenemos que construir escenarios variando las posibilidades, aunque en el futuro puede ocurrir un temblor que no hayamos contemplamos en ningún escenario”, resaltó el especialista en estructuras.

Sánchez Sesma, quien tiene entre sus líneas de investigación la propagación de ondas sísmicas y los efectos de la topografía y geología locales en las características de los temblores, apuntó que “los sismos van a seguir ocurriendo y esto es algo que debemos tener presente. En la medida en que mejoremos el control de calidad de los edificios, que tengamos mejor percepción de la amenaza y del riesgo, y además la sociedad se apoye en la ciencia, ésta podrá protegerse mejor”.

Noemí Rodríguez González.

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