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BIOTECNOLOGÍA MEXICANA BUSCA CONQUISTAR MERCADO INTERNACIONAL

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/146/14
México, D.F., 26 de abril de 2014

  • El mango fue el primer producto en el que se comprobaron los beneficios del biofungicida mexicano; ahora son 15 en total las frutas y hortalizas en las que se utiliza con máxima efectividad
  • La salida al mercado del producto fue otro éxito de los investigadores luego que derribaron todos los obstáculos que se les presentaron en el camino
  • Los mayores beneficiarios de esta estrategia de ciencia y empresa son los productores y consumidores
Por el desarrollo del biofungicida cuyo principio activo es la bacteria Bacillus subtilis, Enrique Galindo Fentanes, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, Carlos Roberto Gutiérrez García y Leobardo Serrano Carreón, también integrante de la AMC, recibieron el pasado 10 de abril el premio que otorga la ADIAT a la Innovación Tecnológica en la Categoría PyME.
Por el desarrollo del biofungicida cuyo principio activo es la bacteria Bacillus subtilis, Enrique Galindo Fentanes, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, Carlos Roberto Gutiérrez García y Leobardo Serrano Carreón, también integrante de la AMC, recibieron el pasado 10 de abril el premio que otorga la ADIAT a la Innovación Tecnológica en la Categoría PyME.
Foto: Cortesía del doctor Galindo.
Imagen en alta resolución

El primer biofungicida hecho en México que se ha comercializado para controlar la antracnosis en mangos, una enfermedad que genera manchas negras en los frutos, acelera su descomposición y limita su exportación, ha extendido su efectividad a otros 14 productos agrícolas, frutas y hortalizas, principalmente.

Esta tecnología que es producto de la investigación que se realiza en el Instituto de Biotecnología de la UNAM (IBT-UNAM) y en el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD-Culiacán), lleva por nombre comercial Fungifree AB® y se vende en alrededor de 360 pesos el kilo. Su principio activo es la bacteria Bacillus subtilis, que actúa como antagonista del hongo Colletotrichum gloesporoides, con lo cual impide se generen en los mangos las manchas negras características de la antracnosis.

“Y como también combate a la cenicilla polvorienta (provocada por los hongos Leveillula taurica y Erysiphe cichoracearum), los productores de aguacate, papaya, naranja, toronja, limón, berenjena, chile, jitomate, tomate, calabaza, calabacita, melón, pepino y sandía, ya pueden beneficiarse de este producto”, dijo en entrevista Enrique Galindo Fentanes, investigador adscrito al IBT-UNAM e integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.

Una historia de éxito

Para la comercialización de este desarrollo innovador fue crucial la participación de la empresa Agro&Biotecnia (una iniciativa empresarial promovida por el Instituto de Biotecnología), que licenció la tecnología, y luego que obtuvo los registros del producto, escaló a nivel industrial la producción para uso comercial. Agro&Biotecnia firmó un contrato de distribución exclusiva con la empresa FMC Agroquímica de México, lo que permitió que el biofungicida fuera lanzado al mercado en noviembre de 2012.

El éxito de esta tecnología no solo radica en haber ampliado el número de cultivos en los que es efectivo, sino también en haber logrado crear una empresa dentro del IBT-UNAM, gracias a una negociación que tardó dos años y que terminó en un acuerdo que estableció la cesión de las regalías por parte de los investigadores involucrados a la institución académica dejando sin efecto un uso personal de las mismas, como sí ocurre en Estados Unidos y en países de Europa.

Los científicos que tuvieron que volverse “empresarios” para darle salida al producto, consiguieron la patente en México en noviembre del 2011, luego tramitaron una solicitud a través del Tratado de Cooperación en materia de Patente (PCT, por sus siglas en inglés) y están a la espera que les otorguen los derechos de exclusividad en Estados Unidos, Brasil y Ecuador. “Estos dos últimos países los elegimos porque son productores de mango y el biofungicida nació y se promovió para ese producto (…), aunque ahora ya se ha extendido”, dijo Galindo Fentanes.

Con una limitación económica, los investigadores decidieron patentar sólo en estos países el Fungifree AB®, que para todos los cultivos tiene el mismo principio activo. La presentación del producto es en polvo y cuenta con sendos registros de inocuidad de la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y de efectividad de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), esta última encargada de certificar la efectividad de la sustancia para los 15 cultivos.

Del año 2000 a 2005, los biotecnólogos realizaron la investigación y lograron encontrar la manera de combatir la antracnosis en el mango; en los siguientes tres años hubo una triada de empresas interesadas en llevar a escala comercial el producto, pero luego de no concretarse las negociaciones los investigadores se enfrentaron a “una disyuntiva, porque sabíamos que teníamos un buen producto pero al no tener éxito para colocarlo, las opciones eran seguir tratando de transferir la tecnología a una empresa que apareciera en el futuro, archivar el conocimiento en un cajón o formar una empresa, entonces decidimos irnos por esta última vía”.

Enrique Galindo Fentanes, Leobardo Serrano Carreón y Carlos Roberto Gutiérrez García formaron Agro&Biotecnia en marzo del 2008 y firmaron un convenio de transferencia de tecnología con la UNAM, “de hecho esta empresa ya le pagó regalías a la UNAM, las cuales se dividen entre esta institución y el CIAD, cada una con un 50 %”.

El biofungicida mexicano que logró pasar del laboratorio al mercado con un impacto socioeconómico favorable, tiene como virtudes: no deja residuos tóxicos sobre la superficie del fruto, no tiene efectos negativos en la salud ni en el medio ambiente, tiene alta vida de anaquel (de casi cuatro años) y aumenta la posibilidad de exportación, es decir, se puede vender a precios superiores.

Según Galindo Fentanes “en la producción de mango ya demostró que incrementa hasta en tres veces el porcentaje de la cosecha con calidad de exportación”. Por lo anterior, se busca conquistar el mercado internacional y la certificación del OMRI (siglas en inglés del Instituto de Evaluación de Materiales Orgánicos), organización estadounidense independiente que evalúa y certifica productos aptos para la producción orgánica.

Las lecciones

“Ya demostramos -dijo el investigador- que se puede formar una empresa, con sus limitaciones, pero se puede hacer. Los abogados nos explicaron que se podía generar un conflicto de intereses porque éramos los desarrolladores de la tecnología y a la vez socios de la empresa, algo que no se había dado y pues era la primera vez que se estaban dando las condiciones para crear una spin-off del IBT”.

En opinión de Enrique Galindo, la UNAM debe promover la creación de estas empresas y que si ahora es complicado por los reglamentos existentes es posible que se lleven a cabo aun cuando haya conflicto de intereses.

Otro tema importante que salió a relucir con este producto que se aplica luego de mezclarse con agua e irrigarlo a frutos, hojas y tallos de los cultivos, tiene que ver con la etiqueta verde que se le asignó de “ligeramente tóxico”, el único precinto de menor riesgo que la Cofepris le pudo otorgar al agruparlo como producto fungicida.

“No existe la categoría `no tóxico´ y no hay forma de conseguir una etiqueta que diga `no tóxico´ en México. El problema es justamente de regulación, porque todos los pesticidas que hay en el país están hechos con químicos y no hay para fungicidas biológicos, como el nuestro”, precisó Galindo.

El pasado 10 de abril, la Asociación Mexicana de Directivos de la Investigación Aplicada y el Desarrollo Tecnológico (ADIAT), presentó a Agro&Biotecnia como la ganadora del primer lugar de la edición 2014 del Premio ADIAT a la Innovación Tecnológica en la Categoría PyME.

Fungifree AB® fue declarado como uno de los tres avances más importantes de la biotecnología en el 2012 por el Programa de Innovación para Productividad y Competitividad (PIPC) del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

Elizabeth Ruiz Jaimes

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