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LA MUJER RURAL MEXICANA CON POCO O NADA QUE FESTEJAR EN EL DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/039/11
México, D.F., 5 de marzo de 2011

  • Hay mujeres que han ganado puestos de elección como presidentas municipales y los hombres no les han permitido tomar posesión del cargo
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Foto: AMC

Mejorar sus condiciones de salud, educación, alimentación, habitación, transporte; así como adquirir capacitación y conquistar posiciones reales en la toma de decisiones dentro de sus grupos domésticos y comunidades, son las necesidades apremiantes que enfrenta hoy en día la mujer rural en México, denunció la socióloga Emma Zapata Martelo, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.

“Sí las mujeres en general tenemos muy poco que festejar, menos aún la mujer rural en el Día Internacional de la Mujer”, espetó la científica social, investigadora del Programa de Desarrollo Rural del Colegio de Postgraduados, quien agregó que si se observan con detenimiento estas necesidades de género en el sector rural, se circunscriben en una lucha por adquirir derechos básicos en pleno siglo XXI.

No es fácil –dijo- participar en los ejidos, porque los hombres nunca han reconocido a las mujeres como ciudadanas con todos los derechos; pero algunas se están abriendo camino y están entrando en estos espacios de decisión en su comunidad tras muchos años de lucha y por la migración de los hombres.

Esta lucha a la que hace referencia la especialista presenta varios frentes, que van desde poder tener una parcela y los recursos para sembrarla, hasta hacerse responsable de una familia, pasando por tener que caminar grandes distancias para poder conseguir agua potable, leña, no contar con un transporte de servicio regular que dificulta, incluso, sacar a sus enfermos para ser atendidos a tiempo, porque el marido migra a trabajar a otras tierras o emplearse en otros oficios.

Su actualidad marcada por la tradición

Una de las características de esta situación en este momento -aseguró Emma Zapata-, es que el sector rural no puede vivir con el producto del campo, muchos hombres, la mayoría, han migrado, por lo que en las comunidades quedan mujeres, ancianos/as, niños y niñas.

En esas circunstancias la mujer tiene una doble responsabilidad: además de cumplir con las tareas tradicionales, ahora tiene que atender la parcela si la tienen, si no, buscar cómo hacerse de algunos recursos mientras llegan las remesas que esperan del extranjero.

Dentro de la actual pluri-actividad que hay en el ámbito rural para la mujer, la socióloga describió que no sólo son amas de casa, “también trabajan en tiendas pequeñas en sus comunidades, en la actividad pecuaria, o se emplean en casas y otros oficios porque los recursos para este sector son bastante limitados”.

Agregó que estas mujeres llegan a apoyarse con recursos de programas federales, y aunque se benefician de ellos, la otra cara de esta ayuda es que les aumenta la carga de trabajo, ya que para recibir la asignación tienen que hacer labor comunitaria que no se les paga.

Datos de la Procuraduría Agraria del 2010 indican que en el país hay un total de 26,498 ejidos; un total de 512,240 mujeres ejidatarias mientras los hombres que poseen una parcela ejidal son 21, 564,150. “Como se puede ver las mujeres tienen una proporción muchísimo menor y a pesar de la lucha que desde los estudios de género se ha dado para que logren tener posesión de la tierra esta es la realidad”, sostuvo la especialista.

La mujer rural enfrenta soledad y depresión

Emma Zapata, científica con 30 años de experiencia en investigaciones sobre la mujer rural, reconoció que la forma en que se subordina a las mujeres en sus comunidades hace que posiblemente éstas no expresen sus emociones “que sí tienen”.

“Estas mujeres sufren cuando sus maridos se van y las dejan solas, es la misma soledad que pueden experimentar las de la ciudad, pero los recursos que tienen para enfrentarla son diferentes en cada grupo”. La mayoría –indicó- no sabe ni siquiera qué es una depresión, pero sienten angustia cuando el marido se va porque no se comunican, por los peligros que puedan tener en su trayecto hacia la frontera y cruzarla; porque piensan que ellos pueden formar otras familias, quedando solas, desprotegidas y responsables de los hijos.

“Entonces son muchas las emociones que sienten, pero este es un aspecto más que describe a este sector, en el que las condiciones son bastante deprimentes”.

Aún cuando este panorama es adverso para la mujer rural, la investigadora admitió que en los últimos años ha habido avances al crear ellas mismas organizaciones de todo tipo para ayudarse, además de buscar y empujar de manera constante su integración a los procesos de decisión al interior de sus grupos domésticos y comunidades.

Las familias numerosas quedaron en el pasado

En Tlaxcala, ejemplificó Zapata Martelo, era un estado en el que las mujeres del campo tenían hasta 18 hijos, hoy se han reducido a la mitad y a veces hasta menos, 4 o 5 hijos, y eso tiene que ver con los servicios de salud y la salud reproductiva.

“La idea de que la familia pequeña vive mejor es una cuestión ideológica, una propaganda de política pública. Lo importante sería que la decisión fuera de ellas, que tuvieran conciencia sobre su cuerpo. Generalmente la decisión de cuántos hijos se tienen es del hombre, y lo que se ha tratado de hacer desde el punto de vista de género es que sean ellas las que tomen conciencia de su cuerpo y sobre él decidan. Hay avances en ese sentido, hay quienes han decidido tener menos hijos, incluso, no tenerlos.

La mujer rural enfrenta inequidad histórica

Para la miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, la mujer rural no es la misma de la de hace 30 años, porque ha tenido la influencia de los coterráneos que se han ido, entre ellos mujeres que también han y están migrando buscando nuevas opciones.

“En el proceso de esta lucha también están adquiriendo educación aunque hay dificultades para conseguir empleo. Hay algunas, las menos, que los han conseguido, lo que quiere decir que ya no trabajan sin recibir salario, lo que ayuda a transformar la situación en el campo, pero tampoco podemos decir que están en la gloria”.

Esta migración es impulsada por la escasez de alimento y de trabajo en el campo, así como por la falta de recursos para el sector rural. “Si los hombres migran ellas se quedan con la parcela, pero no tienen derecho sobre el terreno, sólo la trabajan, porque al final el terreno sigue siendo del hombre.

“De alguna manera ganan un espacio con esa labor, pero no son aceptadas en las asambleas comunitarias, no tienen puestos de decisión ni reconocimiento, siendo entonces su papel muy limitado. Hay mujeres que han ganado puestos de elección como presidentas municipales y los hombres no les han permitido tomar posesión del cargo”.

Los procesos de decisión y de asignación de tierra han sido desde tiempos pretéritos privilegio de los hombres quienes tienen la última palabra, porque históricamente conciben a la agricultura como una actividad masculina.

Mujer indígena, más desfavorecida aún

Y si el panorama para la mujer rural es muy complicado, el de la mujer indígena se recrudece aún más al vivir en comunidades muy aisladas, carentes de servicios y enfrentando problemáticas de otro tipo; y ante los avasallantes procesos de la modernidad se corre peligro que pierdan sus lenguas nativas, que no se valorizan–recriminó la especialista- así como su artesanía que es parte de su identidad.

La mujer rural en las ciudades

Emma Zapata recordó que desde los años 40 empezó la migración del sector rural a las ciudades. “En un principio fue un desplazamiento para insertarse en fábricas, otras se emplearon como trabajadoras domésticas y muchas de ellas ayudaron a educar a sus hermanos y mantener a sus padres en el sector rural al mandar su dinero, aunque esos procesos siguen no son con la misma intensidad”.

Ahora, sostuvo, donde en el sector rural no hay trabajo, las mujeres van a las ciudades y dependiendo de la educación que tengan unas logran insertarse en la industria, pero se siguen empleando en trabajos domésticos o se van a las calles a vender lo que puedan.

Añadió que la mujer rural está migrando con grupos de hombres y mujeres al interior del país u otros estados lejanos del su lugar de origen; otras más lo hacen internacionalmente con documentos a Canadá por poco tiempo, y sin documentos a Estados Unidos.

Esta crisis, concluyó la especialista, que nos está llevando a una situación muy difícil es parte del problema, porque en un principio eran ciertas áreas de México de donde la gente migraba, pero ahora desde el Distrito Federal se están moviendo y eso es bastante fuerte y tiene repercusión.

“La gente que está en edad productiva son las que se van, las que tienen entre 18 y 45 años, entonces esa gente que podría estar haciendo algo para desarrollar sus comunidades está ayudando al desarrollo de la agricultura de otro país lo que es terrible”.

Ante este panorama, el Día Internacional de la Mujer será uno más en la vida de la mujer rural.

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