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NECESARIO REPLANTEAR LAS TEORÍAS SOBRE LOS SISMOS

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/247/14
México, D.F., 10 de julio de 2014

  • Difícil saber qué pasa exactamente antes de un movimiento telúrico, ya que los procesos ocurren a profundidades de 20 a 300 km, y a esas distancias nadie ha llegado y no creo que alguien llegue: Cinna Lomnitz
Cinna Lomnitz, investigador emérito del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
Cinna Lomnitz, investigador emérito del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
Foto: Archivo AMC.
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Del año 2000 a la fecha el mundo se ha visto afectado por una serie de macro-terremotos que hacen pensar al doctor Cinna Lomnitz, pilar de los estudios sismológicos en México, que estos movimientos no están relacionados con las famosas “brechas” y que esperar un sismo cuyo epicentro sea la zona en Guerrero, podría ser errático.

La región del planeta en la cual vive el hombre es la litósfera o un segmento de tierra y roca pero ésta no es uniforme, y está dividida en segmentos llamados placas tectónicas que se van sumergiendo hacia la parte interna de la Tierra, en un proceso conocido como subducción. Cuando alguno de estos segmentos se rompe debido a la fricción se produce un movimiento telúrico.

En 2004, uno de estos movimientos en el Océano Índico, bajo la placa tectónica de Burna, generó uno de los tsunamis más muertes de los últimos tiempos. Le siguieron los terremotos de Chile, en el 2010, y el de Japón, en 2011, este último provocando un tsunami y una crisis nuclear en la central de Fukushima.

Ante esta situación, los sismólogos revisan constantemente la velocidad de desplazamiento y la energía que liberan las placas en el proceso, y aunque no es algo exacto, se han hecho cálculos sobre la cantidad de energía acumulada en estos segmentos, así como las posibilidades de que se fragmente el terreno.

Sin embargo, existen partes de terreno en los que debería haberse generado una fragmentación (de acuerdo con los cálculos), pero en realidad no se ha presentado un movimiento telúrico de importancia desde hace tiempo, por lo que comienza a ser llamado “brecha”.

En el caso de México, la más conocida brecha es la que se ubica en Guerrero, entre los puertos de Acapulco y Zihuatanejo, donde no se ha generado un movimiento telúrico de importancia en los últimos 103 años.

Esta situación ha hecho que Cinna Lomnitz, investigador emérito del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y de otras organizaciones nacionales e internacionales, considere que las cosas no funcionan del todo como se pensaba. En Japón, por ejemplo, la nación con más sismólogos en el mundo, se le ha dado mucho potencial a las brechas.

“Ellos –dijo el científico- identificaron una brecha sísmica al sur de Tokio e hicieron preparativos para detectar un eventual fuerte sismo proveniente de esa zona. Pero también señalaron cuáles eran las regiones con menor riesgo, entre ellas estaba Tohoku -un área geográfica al norte de la isla principal de Japón-, la misma donde se registró el epicentro del gran terremoto de magnitud 9, del 11 de marzo de 2011”.

En la geografía mexicana confluye el movimiento de cinco placas tectónicas: la de Cocos (frente a las costas de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y parte de Chiapas), la de Norteamérica (que abarca casi todo el territorio nacional), la de Rivera (frente a Jalisco, Colima y Nayarit), la del Pacífico (donde está la Península de Baja California) y la del Caribe (que involucra a parte de Chiapas).

Los sismos, tanto del 18 de abril (cuyo origen fue en Petatlán), como del 8 de mayo (en Tecpan), fueron causados por el proceso de subducción de la Placa de Cocos, que se desliza por debajo de la Placa Norteamericana en la zona de Guerrero, pero los análisis más recientes de la zona indican que ambos no representan la liberación energética esperada.

“Es difícil saber qué pasa exactamente antes de un movimiento telúrico -sostuvo Lomnitz-, debido a que el proceso se produce a profundidades de 20 a 300 km —al menos en México. Los sismos están a una profundidad a la que nadie ha llegado y no creo que alguien llegue; cada kilómetro de perforación para realizar investigación cuesta más dinero y es más difícil”.

Mencionó que nadie tiene mayor información de cómo es el material rocoso a esas profundidades, de qué está hecho y cómo se comporta. Para realizar dichas exploraciones, comentó, se requiere de mucho capital y los resultados podrían ser inciertos. “Es increíble, tenemos muestras de material de la Luna, pero no del interior de la Tierra”.

Un ejemplo de un trabajo como el que se menciona, es el realizado por ingenieros rusos que hicieron perforaciones de 13 kilómetros, algo similar a lo que se ha hecho Alemania y en ambos casos han colocado detectores sísmicos, pero “no se puede decir que alguna de esas mega perforaciones haya producido datos importantes”.

Megaterremotos, terremotos y movimientos silenciosos

Sobre cuáles podrían ser las razones por las que desde hace más de cien años no se ha generado un movimiento telúrico de importancia en la Brecha de Guerrero, Xyoli Pérez Campos, titular del Servicio Sismológico Nacional, coincidió con Lomnitz en que es necesario replantearse la forma en que se analizan estos fenómenos.

“Hace unos 10 años se descubrió que existen varios tipos de sismos, los megaterremotos (como el de Chile o Japón) y los sismos como el de 1985 en México; pero también existen movimientos ´silenciosos´, que son fenómenos que pueden durar meses por ejemplo, un movimiento de este tipo puede iniciar hoy, pero es tan lento e imperceptible que durará semanas sin generar afecciones de consideración”, informó Pérez Campos.

Una nueva teoría indica que justamente no se ha producido el gran sismo por todos esperado porque en la Brecha de Guerrero se registran constantemente cismas silenciosos.

No se sabe, dijo, si esto ayuda a evitar la fracturación de la placa tectónica o le añade nueva presión a la zona, la cual es una de las más monitoreadas en los últimos tiempos, pero de la que aún es necesario analizar más datos para proponer qué puede ocurrir”, reconoció Pérez Campos.

Lo único seguro, coincidieron los especialistas, es que cada sismo tiene características particulares, por lo que habrá que esperar al o los siguientes movimientos para saber si las teorías son o no correctas.

En Chiapas, actualmente el estado con la más alta sismicidad en México, de acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional, se registró el pasado 7 de julio un fuerte temblor de 6.9 grados Ritcher. El epicentro tuvo lugar en el municipio de Tapachula, en la frontera con Guatemala. La entidad se encuentra en vértice con tres placas tectónicas –Cocos, del Caribe y Norteamérica- y el corredor de volcanes que pasa por Centroamérica.

Belegui Beccelieri

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