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Ciencia y tecnología para el futuro presidente

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El Economista
25 de octubre de 2011
Manuel Lino

Citando a Albert Einstein con el lema “No podemos esperar un cambio si seguimos haciendo lo mismo”, el presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, Arturo Menchaca, presentó cuatro propuestas, dirigidas a los candidatos presidenciales, que la Academia considera fundamentales si realmente se quiere cambiar el rumbo del país.

“Todos los candidatos, se presentan como agentes de cambio, entonces los cuatro puntos que se discuten están dirigidos a alguien que verdaderamente quiera hacer un cambio”, dijo Menchaca sobre el documento El único camino hacia el desarrollo de México pasa por el conocimiento. Recomendaciones para el futuro presidente de México.

El documento hace, brevemente cuatro propuestas: Mejorar la calidad en la educación básica en ciencia, Aumentar los recursos humanos de alto nivel en ciencia y tecnología, Dar mayor prioridad gubernamental para la ciencia y la tecnología, Aumenta la inversión en ciencia y tecnología.

Gastamos pero no aprendemos

México invierte mucho en educación, “es el país de la OCDE (Organización para la Coperación Económica y el Desarrollo) que, en porcentaje de su gasto, más invierte en educación,”. Pero, según datos de la propia OCDE, en el desempeño estudiantil en temas científicos estamos en la penúltima posición, bastante por abajo del promedio.

En el documento que presentó la AMC se reconoce que numerosas instituciones en México “hacen esfuerzos por avanzar en este rubro ofreciendo apoyo a profesores y alumnos, utilizando para ello recursos públicos y privados. Sin embargo, la magnitud del problema (más de 30 millones de alumnos y cerca de dos millones de maestros) es tal, que los logros de estos programas son siempre parciales y locales. Atacar este asunto de raíz requiere una nueva visión de la educación básica”, una “visión de Estado”.

El desperdicio de doctores

Si bien México es el penúltimo país de la OCDE en el desempeño estudiantil, nadie le arrebata el último lugar en la cantidad de “personal calificado para investigación y desarrollo”.

“Calculamos que en México, en 2010, graduamos a 3,000 estudiantes de doctorado, que es la cuarta parte de lo que produce Brasil…. No vale la pena compararse con Estados Unidos.

Pero si se producen pocos doctores, hay aun menos oferta de trabajo para ellos.

“Desafortunadamente, se ha promovido que sea la iniciativa privada la que contrate a gente con nivel de posgrado, pero ellos casi no contratan doctores. El 78% de los contratados por la IP tienen solo una maestría del país”.

“La IP está poco interesada en contratar a personal de alto nivel esencialmente porque su capacidad de innovación es todavía muy baja.

“El SNI crece del orden de 1,000 miembros por año, pero si nosotros graduamos 3,000 doctores en 2010 quiere decir que hay 2,000 chicos que no consiguen trabajo.

“Se calcula que un tercio de los doctorados emigra, y otros tantos se pierden haciendo otras cosas. Es una pérdida de un capital humano que ha costado muchísimo producir. Nos damos el lujo de desperdiciar, como país, a dos de cada tres de esas personas”, dice Menchaca.

Trastorno por falta de atención a la ciencia

Menchaca presenta una situación alarmante: En 2005 desaparecieron del organigrama de la secretaría de Educación Pública las Subsecretarías de Educación Superior e Investigación Científica y de Educación e Investigación Tecnológicas. “Ahora la palabra ‘investigación’, no aparece en ningún lado”.

“Lo que han hecho estos gobiernos recientes es cambiar de sector a la ciencia y a la tecnología, la pasaron de Educación a Economía, pero la secretaría de Economía no tiene subsecretaría de Investigación ni nada parecido”.

Entonces no hay quien genere una política científica, ya que “el Conacyt, siendo un consejo, es más un órgano de gestión no de generación de políticas públicas.

“Entonces lo que pedimos que se le de a la Ciencia y la Tecnología nivel de Secretaría, como lo tienen países como Brasil, Argentina, Uruguay, España Venezuela y Cuba”.

La falta de inversión, el retroceso

“Pareciera que la única política de estado que ha sido constante es la de invertir poco en ciencia y tecnología”, comenta Menchaca al tiempo que muestra una gráfica de la inversión en porcentaje del PIB, “siempre por abajo del 0.4%”.

Menchaca muestra otras gráficas donde la OCDE muestra que los países que más invierten en el ramo tienen un mayor crecimiento del PIB per capita.

Destaca Corea, que en 25 años multiplicó su PIB por cuatro su crecimiento con una inversión de cerca del 3% en ciencia y tecnología.

Así que la última petición es que la última propuesta es que se le debe dar solo 0.4% del PIB a la ciencia y se le de el 1 % que es lo que recomienda la OCDE y lo que pide la ley mexicana.

“Unos dicen que es imposible, que no hay dinero. Otros dicen que no sabríamos qué hacer con el dinero. Que no tenemos la capacidad de gastarlo. Como la canción de Chava Flores: ‘Si yo te bajara el Sol, quemadota que te dabas’. Pero nunca la vamos a tener si no la construimos. No entiendo para qué estamos un organismo como la OCDE si no vamos a hacer caso de sus recomendaciones”.

¿Cuánto dinero implica llegar al 1% y cómo se compara esa cifra con gastos como el de la construcción de la Estela de Luz, el monumento que tanto se ha atrasado y que va costar más 1,000 millones de pesos?

“Para dedicarle a la ciencia y la tecnología el 1% del PIB harían falta 9,000 millones de pesos más de lo que ya se gasta, es decir unos nueve edificios de los que usted menciona”.

Alarma, alarma

Quizá los números más alarmantes de los que presenta Rocha son los de la evolución de la balanza tecnológica: Mientras en 1996 comprábamos 360 millones de dólares en tecnología y vendíamos 122 millones (una tercera parte), en 2005 pagamos 1,848 millones de dólares por tecnología y sólo ingresamos 69.5 millones (menos del 4% de lo gastado).

Cabe también alarmarse porque no hay datos confiables posteriores a 2005.

Y alarmarse aun más por el dato que aporta José Franco, Vicepresidente de la AMC:

“Gastamos 40,000 millones en patentes y licencias, que es diez más de lo que invertimos en investigar y generar nuestra propias ideas”.

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