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Crean modelos para conocer efectos de sismos mediante el estudio de su ruido

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La Crónica de Hoy
21 de enero de 2013
Isaac Torres Cruz

Academia

Destacado. Francisco Sánchez Sesma fue director del instituto y recibió el año pasado el Premio Heberto Castillo. Foto: Isaac Torres

Francisco Sánchez Sesma es uno de los investigadores más destacados del Instituto de Ingeniería de la UNAM, universidad en la que ya ha cumplido 40 años como académico y en la que permanece muy activo, generando nuevo conocimiento, retomando mucho del que ha realizado y consciente de que la ciencia puede ayudar a resolver más problemas en la sociedad de los que hasta ahora ha atendido.

El doctor es un tipo alto y amable, me recibe en su cubículo donde entra de manera intensa la luz, incluso con las persianas cerradas. Simpático y entusiasta de su labor como investigador, relata desde su infancia en la colonia Santa María la Rivera y sus años en la universidad, hasta los lagos asesinos de Camerún, científicos encarcelados en Italia por el caso de L’ Aquila y los desastres causados por el tsunami en Tohoku de 2011, entre otros.

El ex director del instituto y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias no habla de estos acontecimientos de manera aislada, sino para referir cómo la ciencia tiene aún mucho que hacer para disminuir la muerte de la humanidad por los desastres naturales, que no van a terminar nunca en la historia del planeta.

Recorre principalmente desastres naturales provocados por terremotos, menciona los recientes en Japón, Haití, Chile, Italia…, porque es parte de su tema, debido a que es un especialista en sismología teórica.

Alumno de Emilio Rosenblueth, este ingeniero cree más que bien pudo ser médico o artesano, pero las circunstancias de su vida lo llevaron a la ingeniería y de ahí a la sismología.

Al término de su tesis doctoral, se especializó en el tema de propagación de ondas y amplificación de ondas en suelos blandos. Mejoró los modelos matemáticos que explicaban estos fenómenos e empezó a codearse con los mejores del mundo en esta rama.

Más reciente, el científico asumió la dirección del Instituto de Ingeniería e inicio una etapa de actividad más administrativa que de investigación. Pasó también un par de años como director de Investigación del Instituto Mexicano del Petróleo, donde la experiencia fue más bien decepcionante.

En 2003 se reinició de manera completa sus actividades de investigación, momento en el que las circunstancias le permitieron desarrollar una nueva línea de investigación que hasta ahora sigue dando frutos, y publicaciones, y que le llevaría a aplicar de manera importante el conocimiento.

CASI MÁGICO. Ese año, su colega Michele Campillo publicó un artículo en la revista Science, quien expuso el hallazgo de un “ruido” en los sismos y que al procesado numéricamente la “colita de los sismos” era posible extraer propiedades estadísticas del medio. “Así, él demostró que sumando ondas de todos lados podía encontrar la respuesta impulsiva del medio por un procesamiento matemático”. Y ha sido Sánchez Sesma quien ha llevado a cabo los modelos de ese procesamiento matemático.

El mexicano encontró las soluciones analíticas y matemáticas de lo que Campillo describió por primera vez, así que descubrió una nueva veta de investigación: el uso de ruido ambiental sísmico para caracterizar medios; aplicable en geofísica, para definir estratigrafías y estimar, con otros métodos, la respuesta sísmica en una región.

Es esta misma investigación aplicada a las características vibratorias de la capital, la que el año pasado le valió el Premio Heberto Castilllo del Instituto de Ciencia y Tecnología del DF (ICyTDF).

“Basta poner un sismógrafo en un sitio para estudiar el ruido y después ver las oscilaciones de manera estadística y, sorprendentemente, tienen información sobre la estratigrafía. O sea, es casi mágico, pero hay un sólido fundamento matemático”.

De manera más sencilla, el teórico explica que sus modelos matemáticos permiten, entre otras aplicaciones, saber el impacto que tendrían las amplificaciones de un sismo o terremoto en un área determinada, esto a través del análisis del “ruido” que las ondas sísmicas que detectó Campillo.

“Nos permite entender cómo se amplifica el movimiento en un sitio dado, incluso sin que llegue el sismo. El ruido sísmico ambiental trae información de estratos de suelo, que al estudiarlo nos permite hacer inferencias sobre cómo es el suelo hacia abajo y qué puede esperarse de un terremoto fuerte. Los modelos estudian, dada una topografía o una configuración de estratos, qué ocurre cuando llegan cierto tipo de ondas. El fenómeno es complicado y lo que hacemos es simplificarlo con modelos matemáticos”.

Esto ha permitido a su vez, señala, incidir en los reglamentos de construcción que, sin ser matemáticamente muy avanzados, tienen reglas sencillas para que los ingenieros en la práctica puedan llevarlos a cabo.

Pero si bien sus modelos pueden brindar información sobre los efectos de un sismo, no es para nada un parámetro de predicción, aclara, porque mientras se afinan las ciencias de la Tierra, “hay que aprender a vivir con la incertidumbre”.

Pero peor sería si no se estudiara nada para prevenir los desastres naturales y ejemplifica que en Japón aún con más de una tragedia en su historia sísmica, “les habría ido peor sin la ciencia”.

O he ahí los casos de Haití y Chile, donde la falta de previsión por la pobreza del primero terminó en una tragedia desproporcionada a la magnitud del terremoto; en tanto que en el país sudamericano se presentó uno de mayor fuerza aunque registrando menos decesos.

“Estamos ante un problema económico, físico y de la experiencia humana. El movimiento es continúo y no es posible predecir temblores aún. Por ejemplo, se sabe que a los adolescentes les sales barros, pero no dónde; pasa igual con la Tierra y sus 6 mil 300 kilómetros de radio”.

“No hay que bajar la guardia ante la incertidumbre y recordemos que gracias a los institutos de investigación es que se mitigan los daños”

http://bit.ly/VV4xDc

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