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La Constitución “requiere una cirugía mayor” para salir de nuestra crisis generalizada

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La Crónica de Hoy
11 de marzo de 2013
Isaac Torres Cruz

Academia

Diego Valadés pertenece a la primera generación de becarios del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, conformada por Manuel Barquín, Ignacio Carrillo Prieto, Urbano Farías y José Francisco Ruiz Massieu. Era un grupo que se incorporó en 1968, interesado por el derecho público debido, en buena medida, al gran déficit en el que se encontraba a causa de una democracia muy precaria.

Reincorporado al instituto después del movimiento del 68, en el que participó activamente, el constitucionalista presenció el cambio de la vida institucional en México, así como de América Latina, España y Portugal, en lo que sería una trayectoria brillante y que aún continúa.

¿Y qué cambios ha habido de esos otros cambios? Al día de hoy, y con respecto a Iberoamérica, apunta en entrevista el también miembro de El Colegio de México y la Academia Mexicana de Ciencias, es haber pasado de la “vanguardia a la retaguardia” en lo que se refiere a nuestra gobernanza. Los estragos están latentes en la crisis generalizada que vivimos. El investigador refiere por qué.

En los años setenta México tenía el desarrollo institucional de más avance en todo el orbe, castigados por sus regímenes militaristas. “México estaba más evolucionado entonces en su orden institucional y democrático, a pesar de nuestras carencias. Pero hoy las circunstancias se han invertido y el país mexicano está a la saga de lo alcanzado en Centro y Sudamérica en sus regímenes de gobierno”.

PRESIDENCIALISMO. ¿Qué pasó? El estancamiento, la involución… Pero más específicamente, el jurista explica en entrevista que no logramos superar el desarrollo de las instituciones construidas en el régimen de hegemonía presidencial. Desde 1917 éste se ha ido gestando a tal grado que “el presidente se tornó la principal autoridad educativa, laboral, agraria, hidráulica, fiscal, política…, todo con base en la Constitución”.

No ha habido modificación significativa, pero todas esas facultades ahora ya no pueden ser ejercidas por el presidente como hace algunas décadas, añade, puesto que ahora vivimos una etapa de pluralismo democrático en el Congreso.

“El presidente no puede imponer su voluntad como en otros tiempos, se lo impide un sistema electoral con características democráticas y un sistema representativo pluralizado”.

Así es como el investigador llega a la paradoja de la historia, un contrastante, un momento incomprensible. Por un lado tenemos un sistema de concentración de facultades en el presidente, y por otro un Congreso como contrapeso, pero que no obedece a los intereses de sus representados.

Parte de este último problema deviene de manera significativa en la incapacidad en la ley de reelegir a los legisladores, que “no es un derecho de los elegidos sino de los electores”. Así, el futuro político de estos no depende de la ciudadanía sino del partido en el gobierno. Esa lejanía casi “astronómica” es una buena explicación de por qué los ciudadanos tenemos una opinión inferior de estos políticos por debajo de los mismos policías.

Todo esto nos habla, a decir del académico, de un rezago institucional profundo donde no hemos pasado de la etapa hegemónica a la democrática, parcial y limitada todavía, incapaz de dar respuestas o fincar responsabilidades políticas ante la sociedad.

REFORMAS. Para Valadés, la forma de revertir esta involución es a través de la Carta Magna, mediante la reforma del Estado, que no se trata de un enunciado abstracto ni una exigencia académica únicamente, el trasfondo es la transformación.

Pero se han invertido las prioridades, dice, ya que antes de las reformas fiscal, energética, telecomunicaciones y las que se requieran, debe estar primero la del Estado. Por una razón: el umbral de la confianza de la ciudadanía en las instituciones es muy bajo. “Es evidente que sea así porque la sociedad mexicana ha sido sujeta a muchos engaños”.

Es por ello que la Constitución “requiere una cirugía mayor”, principalmente en lo referente al régimen de gobierno, “donde estamos más rezagados y que genera el entorpecimiento de toda la vida institucional del país”.

Porque lo permea todo, absolutamente todo. El jurista ejemplifica que esto se involucra con los graves problemas de violencia e inseguridad del país —y subsecuentemente en pérdida de control del Estado mexicano de territorios completos: “un ejemplo son las guardias ciudadanas que se van acentuando por semanas en el país, eso habla de la disfuncionalidad de las instituciones”— pero también con la pobreza, la desigualdad… la insuficiencia de los servicios médicos, deficiencias en servicios de transporte, alumbrado, créditos para el campo… con todo, con que el país esté en una crisis mayor.

“No son crisis sectoriales, sino una generalizada. ¿Cómo la explicamos: tenemos un grave déficit institucional en México”. Y es que no podemos tener a los criminales más inteligentes del mundo, para que hagan aquí lo que en otros lados no porque los agarran; o tampoco a los empresarios más inteligentes del mundo que obtienen sus recursos a través del acaparamiento, abunda. “Porque si la mitad de nuestra población está en la pobreza y situaciones infrahumanas no es por falta de capacidad o debilidad intelectual, no. El problema es institucional y lo tenemos que resolver a través de una reforma muy seria de la Constitución”.

De lo contrario, seguiremos viviendo en estas condiciones oprobiosas y reproblables, enfatiza el universitario tras evidenciar cómo no se trata sólo de una valoración académica.

“Una constitución es el instrumento que expresa el arreglo institucional que un país decide adoptar y nuestras instituciones, en su conjunto, están presentando una situación deficitaria que se proyecta a la vida social e individual de cada mexicano. Lo vivimos en carne propia en todas partes”.

http://bit.ly/12IIVyN

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