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Los Domingos en la ciencia cumple 30 años divulgando el conocimiento

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La Crónica de Hoy
10 de diciembre de 2012
Isaac Torres Cruz

Academia

Hace más de tres décadas, Jorge Flores y su padre, el médico Jorge Flores Espinosa, asistieron a una reunión sobre ciencia en el Centro Cultural Martí, el científico participaría en una mesa redonda sobre la enseñanza de la física. Al final, un profesor mexicano-norteamericano hizo un show muy divertido, “la gente salió encantada”.

“Este profesor hace un espectáculo bonito, por qué no lo hacen ustedes”, opinó el médico. Días después el físico lo comentó con Pablo Rudomín, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), en ese momento llamada aún Academia de la Investigación Científica.

Pero tenían que hacerlo en un lugar donde asistiera la gente: “¡ah…! pues Chapultepec” —narra Jorge Flores, destacado investigador del Instituto de Física, quien actualmente también se desempeña como coordinador del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia— “porque si los niños no van a las pláticas de ciencia, las pláticas irán a ellos”.

Así, hablaron con las autoridades del Museo Tecnológico de la CFE (Mutec) y voilá, el 5 de diciembre de 1982, se impartió la primera conferencia “La naturaleza de los ritmos biológicos”, dictada por el fisiólogo mexicano Hugo Aréchiga Urtusuástegui. Así nació el programa Domingos en la ciencia, el primer programa de la AMC y del que han derivado otros de la institución, que desde entonces marcó un hito dentro de la divulgación de la ciencia en nuestro país.

Ahora, no sólo continúa impartiéndose cada domingo en el Mutec, sino que además se ha multiplicado en diversos estados del país, aunque en algunos se realizan los sábados, porque “es difícil competir con el futbol en algunas regiones”.

En estas reuniones-show, relata en entrevista Flores Valdés, un investigador se reúne con niños y jóvenes, quien entre juegos realiza experimentos con ellos. “Es un show único que no existe en ninguna otra parte del mundo, ni siquiera en EU”.

RINCONES DE LA CIENCIA. El investigador emérito del Sistema Nacional de Investigadores y de la UNAM, recuerda que a sólo cuatro días de inaugurado el programa hace 30 años, fue nombrado subsecretario de Educación Superior e Investigación de la SEP. Aún con el cargo, continuó asistiendo cada domingo para presentar a sus amigos científicos en el museo; Pablo Rudomín y José Sarukhán, entonces vicepresidente de la Academia, tampoco dejaban de asistir.

Como subsecretario, dice, tenía cierta influencia por lo que logró que varios rectores de universidades estatales organizaran sus Domingos en la ciencia, fue así como el programa adquirió mucha fuerza.

Hace tres décadas, indica, sólo había dos museos de ciencia en el país, el Mutec y el Museo del Centro Cultural Alfa en Nuevo León. Los científicos no tenían una “casa” propia para estas actividades y los museos señalados eran un poco ajenos aún. Faltarían algunos años para crear Universum.

Una vez instaurado el programa, al año, la Academia desarrolló dentro de éste sus “Rincones de la ciencia”, con proyectos de divulgación como el de cómputo que se convertiría posteriormente en otro exitoso programa de la institución.

También tenían otro “rincón” de las matemáticas, añade Jorge Flores, donde matemáticos profesionales ayudaban a los estudiantes a entender mejor su clase de la secundaria. Vino el “rincón” de robótica, donde armaban robots de juguete; el “rincón” de biología, donde empleaban microscopios y analizaban botánica del país.

“Además teníamos una biblioteca con libros para ciencia que nos llevaba la SEP, con todo y cuenta cuentos. ¡El programa se convirtió en un centro de divulgación de la ciencia fantástico, de lo mejor que se ha hecho!”.

Los Domingos en la ciencia, acota, ahora tiene entre 25 y 28 sedes en todo el país y se involucró en la fundación de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica (Somedicyt), que ha sido partícipe en la divulgación de la ciencia del país.

Pero ahora además hay muchos más espacios para llevar a cabo estas actividades, coronados por Universum, museo de las ciencias (que cumple 20 años este mes) y del cual Flores fue fundador y director. “Pero hay muchos más en todo el país y además hay ‘Papalotes’. En este momento, la posibilidad de asistir a actividades de divulgación de la ciencia es mucho mayor y para todos hay público”.

EL ACADÉMICO COMPLETO. Si bien el número de divulgadores de la ciencia en el país ha crecido desde hace 30 años, los espacios para llevarla a cabo se han incrementado e incluso forma parte de la tarea realizada por universidades y centros de investigación, uno de los pilares esenciales de la actividad está en los mismos científicos.

No obstante, no todos tienen el interés por llevarla a cabo o porque sus evaluaciones no las considera como un parámetro importante. Aún así, destacados científicos como los mismos Rudomín, Sarukhán y Flores Valdés la han llevado a cabo a la par de sus múltiples actividades.

Y es que para el físico de la UNAM, un académico completo tiene que hacer cuatro cosas en su desarrollo profesional: docencia: dar clases, formar recursos humanos; hacer investigación científica (la actividad más importante): perseguir nuevo conocimiento, realizar nuevas teorías, nuevos cálculos, experimentar y desarrollar nuevos aparatos…; así como desempeñarse en el desarrollo institucional en los centros y universidades, además de dependencias de gobierno y finalmente, que no menos importante, divulgar el conocimiento.

El científico las ha llevado a cabo todas, pero, enfatiza, sin dejar nunca la investigación, porque dejarla y regresar a ella es muy complicado. Aún así, el científico ha logrado hacer notables contribuciones en el campo de la física nuclear teórica, que le han valido reconocimientos como el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Pero también ha publicado libros de divulgación científica y ha realizado actividades desde la AMC, trabajo también reconocido con el premio Kalinga de Divulgación Científica, que otorga anualmente la Unesco.

“Muchos académicos no tienen balanceadas estas tareas, pero si uno es organizado puede dedicarle tiempo a todas, pero eso si, jamás dejar la investigación”.

Es parte de la labor social de los científicos, de retribuirle a la sociedad, menciona. Pero para divulgar la ciencia y el conocimiento también se requiere de una convicción personal. Y es una actividad valiosa, puntualiza, porque contribuye a convencer a la sociedad y los políticos de que la ciencia y la tecnología son importantes para el desarrollo del país.

http://bit.ly/TX3LRX

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