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Yo Soy 132 debe estructurarse más allá de la elección, si quiere trascender

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La Crónica de Hoy
23 de julio de 2012
Isaac Torres Cruz

Academia

El movimiento Yo soy 132 se parece a otras movilizaciones estudiantiles del país en la historia del siglo XX, aunque paradójicamente representa características carentes en éstas. Su papel en el clima político y electoral de 2012 ha sido latente, pero surge a la vez la inquietud de hacia dónde se encaminará una vez culminado este proceso, si se consolidará y organizará, o desaparecerá gradualmente.

Este fenómeno social es analizado por Carlos Illades Aguiar, profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), experto en historia social e intelectual mexicana de los siglos XIX y XX, para quien los primeros pasos poselectorales que realice el grupo son definitivos.

Las protestas continúan, pero una vez acabado el tema de las elecciones, ¿a dónde se dirigirán?, quizá ellos tampoco estén muy seguros, apunta el académico, lo más probable es que están definiéndolo.

“Una de las posibilidades, y que ya habían esbozado en su origen, es funcionar como una contraloría social. Pero hay otro sector del grupo que ha mostrado mayor interés al tema poselectoral y el rechazo al virtual ganador de las elecciones y quienes están detrás de él”.

En entrevista, el también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) refiere que incluso si toman esa ruta sería erróneo abandonar su función pública. Esto es, dice, que el movimiento tenga presencia como consciencia social y sea observador de lo que pasa en la política mexicana, más que un actor directo.

Pero hay otra posibilidad, una que no ha terminado de cuajar en movilizaciones anteriores y presente en grupos de otras latitudes: convertirse en organización. En países como Chile y Bolivia, indica el universitario, están organizados de manera permanente, prácticamente “sindicalizados”. En México si ha ocurrido fue para mal con el porrismo de otra época, acota.

Para el especialista, existen cuatro movimientos importantes en México: el de 1968, el surgido en 1986-1987, el de la huelga de estudiantes de la UNAM en 1999, y el de Yo Soy 132.

Con el del 68 hay una similitud al tener en el centro del movimiento una reivindicación democrática; en tanto que la coincidencia con el de los ochenta se releja en potenciar una fuerza de izquierda. Pero Illades Aguiar afirma que, a su vez, el Yo Soy 132 rompe con sus antecesores en la medida que ha agrupado a estudiantes de diversas instituciones y ha reivindicado la autonomía de cada grupo. Incluso los resolutivos acordados en Atenco en días pasados se discutirán en cada escuela, donde los adoptarán en términos particulares.

“Han dado muestras de ser un movimiento descentralizado: se toman decisiones que después instrumenta cada una de las escuelas; tienen más variantes que otros movimientos”.

— Hay una preocupación por los agentes externos que podrían incidir en el movimiento…

— Existe ese temor, pero también es como el petate del muerto. No se puede pensar que son fácilmente manipulables. Más bien pueden tomar decisiones equivocadas o correctas, pero depende más de sus acciones más que de fuerzas manipuladoras. La dificultad es discernir la ruta más benéfica para el movimiento, si avanza más a una política partidaria, que siempre es una tentación, o si más bien actúa como vigilante. Eso será producto de sus decisiones y de la cohesión que muestren hacia adentro.

Porque para el profesor, el mero hecho de que sean jóvenes y universitarios no significa que piensen igual, más bien debe haber diferencias importantes desde las escuelas de la UNAM, hasta las que permean entre universidades públicas y privadas. “Según procesen esas diferencias tendrán mejores resultados”.

IZQUIERDA. Esa preocupación parece latente mientras existen grupos mediáticos y políticos que buscan desprestigiar el movimiento, o recalcar la cooptación de éste desde grupos izquierdistas. “El peligro fundamental del movimiento no es que lo manipulen, si no que se fragmente y entre en crisis”, enfatiza el profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la UAM Iztapalapa.

Por su parte, la izquierda mexicana está concentrada en sus propios asuntos, como saldar el tema poselectoral y estructurar la oportunidad que le brinda el capital político obtenido en las pasadas elecciones, pues para Carlos Illades los resultados, más allá del presidencial, “son excelentes”.

“Obtener más de 15 millones de votos es un buen resultado, a pesar de todo es otra vez la segunda fuerza política del país. Fue una buena elección para la izquierda y aún más: inesperada, al menos si nos atenemos a las tendencias consignadas en las muy cuestionadas encuestas”.

Esto en buena medida por la falta de unidad interna del principal partido que concentra a la izquierda, acostumbrado a acuerdos poco claros hacia dentro de éste.

Aún así, para el científico social de la UAM es la izquierda numéricamente más significativa que ha tenido el país en su historia. “En los últimos 30 años ha tendido a la unidad, aunque para nosotros parece una fuerza disgregada y en conflicto, pero nunca había sido tan grande. Es una paradoja que, entre el caos que han demostrado, el día de hoy tiene más adeptos que nunca”.

Y la unidad es la tendencia que, aunque “a patadas”, hace un contrapeso importante. “Si mantiene la unidad y una política clara frente al régimen, tendrá buenos resultados y podrá ganar en 2018 la Presidencia de la República. Ahora tiene una magnífica posición”.

Porque la izquierda requiere reivindicar además su papel en la construcción de la democracia y “capitalizarlo”. En ese sentido, el académico publicó recientemente Inteligencia rebelde, la izquierda en el debate público mexicano 1968-1989, que si bien busca rescatar, explicar y ordenar los debates de la izquierda mexicana antes de la caída del Muro de Berlín, también exponer su papel en la dirección del país desde ese bastión político.

“La izquierda en el siglo XX en México ha tenido un papel fundamental no sólo en la promoción de los derechos sociales e individuales y de la democracia. Sin embargo, no ha sabido o tenido el cuidado de exponerlo y reivindicarse como un actor esencial de esta transición democrática”.

Porque la izquierda en el mundo, pero principalmente en México, debe de reflexionar además su anquilosamiento en sectores importantes y contender de manera distinta, enfatiza Illades.

“La izquierda mexicana no ha renovado su discurso, ni su propuesta política. Se debe de ocupar de nuevos actores sociales y nuevos problemas, pero mantener en el centro el aspecto social. Porque la izquierda se ha quedado corta en responder preguntas cómo responder a la crisis y otros problemas del siglo XXI”.

http://bit.ly/OTK0X9

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