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PROMOVER LA EDUCACIÓN PARA LA PREVENCIÓN Y LA CULTURA DE LA DENUNCIA EN DIA INTERNACIONAL DE LA ELIMINACION DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER


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Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/233/11
México, D.F., 23 de noviembre de 2011

  • Hombres y mujeres que sufrieron o atestiguaron violencia durante su infancia tienen mayores probabilidades de ser, en su vida adulta, víctimas de violencia o agresores
  • La violencia intrafamiliar la menos visible; el feminicidio la violencia más visible
  • Emocional o psicológica, verbal, física, económica y sexual , los tipos de violencia más conocidos
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Foto: AMC

Aun cuando en los últimos años han habido esfuerzos importantes para disminuir la violencia contra las mujeres, no existe conocimiento de la actual situación de este fenómeno, al no poderse consensar todavía un instrumento de medición uniforme que se aplique en las diversas encuestas y a lo largo del tiempo, coinciden las investigadoras Brígida García Guzmán e Irene Casique Rodríguez, en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, este 25 de noviembre.

Pese a esta dificultad de carácter metodológico –agregan- en tiempos recientes se han dado importantes pasos en México respecto a la concientización sobre este problema, así como para su prevención y erradicación, como la promulgación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida libre de Violencia (2007).

En México se han levantado a nivel nacional diversas encuestas específicamente de violencia contra la mujer por parte de la pareja en la última década (ENDIREH 2003; ENVIM 2003; ENDIREH 2006, ENVIM, 2006) y se encuentra actualmente en levantamiento en campo una nueva edición de la ENDIREH. Además se cuenta con los datos de la Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo (ENVINOV 2007). La cobertura y atención, hasta ahora, ha estado más focalizada hacia el caso de violencia de pareja, lo que se explica en la medida en que es en el hogar en donde las mujeres se ven en mayor riesgo de experimentar violencia. Sin embargo, se han empezado también a abordar otras dimensiones de la violencia contra las mujeres, como la laboral y educativa.

“En los últimos años, distintas organizaciones nacionales e internacionales han desarrollado campañas radiales, televisivas e impresas al respecto, que han acercado un poco la discusión sobre el tema a grupos de mujeres en el país. Ello ha contribuido a despertar conciencia y reconocimiento de la violencia como algo inapropiado, injusto y hasta como delito”, sostiene la doctora Irene Casique, investigadora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM.

La Declaración sobre la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres de Naciones unidas, en 1993 establece que se entiende como violencia contra las mujeres “Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada” .

En 1994, la Convención de Belem Do Para de la OEA plantea que “Debe entenderse por violencia contra la mujer cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”

Pero más allá de las discrepancias entre las diversas fuentes y metodologías para medir la violencia, en conjunto se puede ver que la violencia emocional es la más frecuente, en segundo lugar estaría la económica, luego la física y por último la sexual.

Brígida García, investigadora de El Colegio de México y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, refuerza la idea al indicar que es muy complicado hablar de tendencias, pero asegura que es un fenómeno, el de la violencia contra las mujeres, que afecta una cantidad importante de familias en México y el mundo.

“Este fenómeno cruza toda la escala social, pero el tipo de violencia cambia. En los hogares de clase económica media y acomodada es más común la violencia verbal y la psicológica; y en los hogares de menores recursos es más frecuentes la violencia sexual, la física y la económica, que son las variables constantes de las investigaciones”, sostiene.

Para la socióloga y demógrafa esto tiene un explicación: las mujeres más escolarizadas se defienden más de los golpes o de la violencia sexual, pero eso no las libera de la emocional o psicológica al ser acosadas y amenazadas en su bienestar.

El origen se puede plantear en la subordinación de la mujer, pero la manifestación puede ser distinta, no en balde –añade Brígida García- la escolaridad de la mujer ha crecido de manera notoria en el siglo XX y lo que va del XXI, entonces eso impacta pero no la libera del problema –añade.

Una de las características de la violencia contra las mujeres es que esta no sólo afecta a las propias mujeres, sino también a la familia y a la sociedad en su conjunto

En un primer nivel, sostiene Irene Casique, especialista en diversos temas de género, la violencia contra las mujeres afecta la salud emocional y física de las mismas. Existe un amplio espectro de problemas de salud originados por la violencia tales como una salud frágil, huesos rotos, fatiga, enfermedades crónicas, ansiedad, depresión, estrés post-traumático, adicción a drogas, alcoholismo, infertilidad, infecciones urinarias, abortos, baja autoestima, tendencias suicidas, aislamiento social, entre otros.

Los otros miembros de la familia, y en particular los hijos -agrega- son afectados de manera directa por la violencia que reciben o atestiguan. Se registra abundante evidencia que indica que los hombres y mujeres que sufrieron o atestiguaron violencia durante su infancia tienen mayores probabilidades de ser, en su vida adulta, víctimas de violencia o agresores. Lo que representa una dinámica de reproducción de la violencia.

Otro aspecto particular de los costos de la violencia lo constituyen las alteraciones que la violencia conyugal genera en el desempeño laboral de las mujeres: una (posible) menor participación en el mercado de trabajo, menores horas de trabajo promedio a la semana y menores ingresos promedios entre las víctimas de violencia, mayor inestabilidad laboral, mayor riesgo de abandonar el trabajo y mayor riesgo de ser despedida del trabajo.

Pero estos efectos van más allá precisa la especialista pues alteran no solo la vida presente de la mujer y de su familia, sino sus perspectivas de progresar, y suponen también costos importantes para la sociedad, en la medida en que una buena parte de ella no puede desarrollar su potencial humano, económico, político y social.
En este punto, la doctora García Guzmán sostiene además, que lo difícil de esta situación es que se tiene que llegar a un límite antes de que la mujer demande a la persona que ejerce violencia contra ellas.

“La violencia intrafamiliar es la que menos se conoce, está ahí, soterrada, porque las víctimas aguantan y porque son dependientes económicamente en muchos casos; mientras que el feminicidio, que es la otra parte, se sabe más de él porque es la manifestación más visible, la que tiene más reflectores de los medios de comunicación.

La investigadora hace un alto y recuerda que desde 1999 el 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres tras lo ocurrido con las hermanas Mirabal, activistas políticas en República Dominicana, quienes fueron asesinadas a inicios de los años 60 por el régimen de Rafael Trujillo. Esta conmemoración se propuso a nivel mundial para recordar y hacer visible el maltrato contra las mujeres.

“Nos interesa en este día hablar con mayor énfasis de todos los tipos de violencia: la política, la que es del Estado contra las mujeres; o el crimen organizado contra las mujeres o grupos organizados contra las mujeres; y en el caso de la violencia intrafamiliar la ejercida por los hombres, la mayoría de las veces cónyuges o parientes cercanos”.

Los medios de defensa de la mujer contra el maltrato

García Guzmán expone que en las recomendaciones internacionales siempre se habla de dar más armas a las mujeres, de empoderarlas de diversas maneras para que salgan de esta problemática, aunque refiere que no se trata de una solución automática.

“No se puede cambiar el orden de género tan rápido como quisiéramos, y lamentablemente, la violencia es la manifestación límite del poder de los hombres sobre las mujeres, porque se podría mandar para bien y muchos hombres así lo hacen porque no vamos a decir que todos los hombres golpean, pero muchos utilizan ese poder para poder demandar cosas contra la voluntad de la otra persona”.

Sobre esto, Casique Rodríguez informa que hay distintas instancias gubernamentales y no gubernamentales que ofrecen espacios de atención y orientación a las víctimas de la violencia, donde se da asesoría legal y psicológica, así como albergues temporales a las mujeres y a sus hijos.

Sin embargo, “muchas de estas instancias cuentan con infraestructura y recursos muy limitados, que solo alcanzan a beneficiar a una proporción muy pequeña de las mujeres víctimas de violencia. También es cierto que las ayudas son muy desiguales entre una instancia y otra, algunas de ellas desde una perspectiva simplemente asistencial que no contribuye a modificar la raíz del problema y que en ocasiones el personal que labora en ellos no siempre ha sido debidamente capacitado”.

Por otra parte la mayoría de estas instancias y recursos no han desarrollado evaluaciones externas que permitan apreciar todavía o de manera clara los logros y beneficios de estos programas, así como las necesidades no atendidas y pendientes.

La erradicación de la violencia contra las mujeres –asegura Irene Casique- es una tarea de largo plazo que supone transformar la sociedad jerárquica, discriminativa e inequitativa en que vivimos en una sociedad donde todos, hombres y mujeres podamos vivir como individuos autónomos y dignos de respeto.
Brigida García añade al respecto que para enfrentar la violencia contra las mujeres es de fundamental importancia su escolaridad y su incorporación en el mercado laboral, “porque en la medida en que más mujeres logren ser independientes estarán en el camino hacia una vida libre de violencia”.

Recalca por último, que los servidores públicos y los impartidores de justicia deben prepararse y capacitarse para responder en el momento adecuado y sin excusas para hacer cumplir la letra de la ley y la mujer se sienta protegida, y no considerar dicho maltrato en el ámbito privado.

A nivel gubernamental instancias como el Programa CAVI de la Procuraduría General de Justicia del DF y las Unidades de Atención y Prevención a la Violencia Familiar, también en el DF, ofrecen apoyo psicológico y legal a las mujeres víctimas de violencia; en algunas entidades federativas el DIF ofrecen atención médica, psicológica y legal, y por otra parte el Programa de Atención a las Instancias de la Mujer (dependiente de iNDESOL) ofrece albergues para las víctimas.

El Instituto Nacional de las Mujeres, tanto en el DF como en las entidades, con una línea telefónica de atención directa en cada entidad, proporcionan información, orientación, asistencia jurídica y canalización hacia diversas instancias de apoyo y albergues. Todos estos teléfonos se pueden ubicar en el sitio de internet de INMUJERES

(http://vidasinviolencia.inmujeres.gob.mx/?q=lineasTelefonicas#doc_11).

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